¿Arte urbano o vandalismo?


Desde nuestros ancestros el hombre siempre ha querido dejar huella de su paso y de captar el mundo exterior. Y también desde nuestros ancestros ese querer dejar huella derivó bien en el nacimiento de las artes plásticas o bien en simples marcas, signos y señales básicos.
Nuestro mundo siempre ha estado lleno de esas marcas simples y una de las formas en que se expresó fue en hacer pintadas reivindicativas en las paredes. Dado que en algunos medios se fue tolerante con esas pintadas, la cosa derivó por un lado en hacer dibujos y megaletras con cierto sentido artístico, lo que se dio en llamar graffitis, pero también en ensuciar las paredes con signos, símbolos, firmas y garabatos, con una clara expresión no artística sino vandálica.
Una oleada de arte urbano enriquece nuestras ciudades. Esta fascinante creatividad del grafiti urbano combina estilos de pintura clásica, realismo, abstracción y surrealismo, utilizando las herramientas más callejeras: rodillo y spray. El grafiti es un movimiento cultural diverso, constructivo y vandálico a la vez. Como el dios Jano, tiene dos rostros, el de la expresión sublime de los cánones académicos y el de la aparente resistencia cultural al sistema.
Pero no es lo mismo arte urbano que vandalismo. El vandalismo no es arte, no tiene sentido, no tiene belleza alguna, es una forma de violencia sin una comunicación social o artística expresada directamente. Hay grafitis vandálicos que lo único que hacen es destrozar el área urbana, haciendo más desagradable la ciudad. El vandalismo mina la propiedad pública, causa contaminación visual y algunos son usados por pandillas para marcar el territorio con símbolos plasmados en edificios, monumentos o mobiliario urbano.
El grafiti del arte urbano no debe ser confundido con la categoría del grafiti tipográfico y mucho menos con el vandalismo, cuya pretensión es mantener el caos gráfico organizado. En los últimos años los grafiteros metropolitanos son mucho más territoriales y agresivos. Aunque es cierto que la revalorización del grafiti artístico representa un rescate del significado de la calle como lugar de intercambio comunicativo, no todo vale en el espacio de todos. Las cristaleras rayadas con objetos punzantes se han convertido en una expresión de arte-vandálico repudiable, también los gritos tipográficos ilegibles en puertas comerciales.
Es abrumador el espacio público dedicado a estas firmas o acrónimos de un solo individuo o un grupo de personas, como inquietante el espíritu de competición en el número de grafitis al día. La adrenalina de aquellos tiempos de las pintadas políticas en la clandestinidad, se transformó en un asalto a la Ciudad, en el desafío a la estética y culto a lo clandestino con capucha y spray, para conseguir el trofeo que inmortalice su pieza en las redes sociales con la obsesión de marcar su nombre y su ego. Es posible que con una ordenanza de civismo la cultura del grafiti deje de ser un acto vandálico, integrado en un plan urbano específico.
A continuación se muestran una serie de entrevistas realizadas a diferentes artistas del mundo del grafiti, además de claros ejemplos entre la diferencia existente entre arte urbano y vandalismo.
Entrevista a El Pintor y El Elmis
Tras prácticamente una década de experiencia, los graffiteros El Pintor y El Emis, comparten sus vivencias sobre el mundo del graffiti, la calle y el arte. Estos graffiteros, hijos de la clandestinidad, con menos de 30 años encarnan la voz popular y cuasi marginada marcando los recovecos del barrio que los crio.
Ed Templeton (mítico skater y artista urbano norteamericano) decía “Todo lo que es clandestino en algún momento surge y es celebrado”, y no se equivocaba, a partir de la década de los 90 el furor del “Do it yourself” (“Hazlo tú mismo”), tan propio de estos artistas, se viralizó.
Pero como en los comienzos de estos chicos del “Beautiful Losers”, los dos graffiteros ballesterinos irrumpen en el sistema bonaerense para no ser abducidos por el fenómeno “mercado”.
Esta acción de contagio que surge “como cualquier persona que va probando cosas que le gustan” (comenta El Pintor sobre cómo empezó en el graffiti) es la expresión de los pibes que están en la calle, que luchan por sus convicciones.
El pensamiento de cómo se verán ante los ojos de un x, no es lo que les atormenta, de hecho para El Emis “el graffiti es muy egoísta, porque los logros son bastante propios. Aquí no hay dinero, no hay nada de por medio, es solo una satisfacción personal”.
Entonces, se podría decir que ellos buscan, comunican mediante su acción, ponen su firma como si de una marca territorial se tratara, tal y como alega El Pintor “lo que marcas es tu barrio, el lugar que es tuyo”.
A continuación se muestra tal entrevista:
¿En qué posición se encuentran los graffiteros frente al universo del ya conocido arte urbano en la actualidad?
EE: El graffiti va y viene, hay diferentes rangos pero uno sube y baja. Depende de la actividad de cada uno y el pasar de los días, si bien los mismos graffiteros saben quiénes están y pintan, en esto no hay puestos.
¿Consideran al graffiti como arte?
EP: Sí obvio… ¿Qué significa para vos el arte? Quiero decir, para algunos una forma de expresión puede ser arte, para otros esta expresión es un daño hacia la propiedad ajena, entonces podría ser visto como vandalismo. Depende de quién lo mire y qué ideología tenga.
¿Quién lo valida como tal?
EE: La misma gente del graffiti, esto es algo medio cerrado. Es como graffitero para graffitero, hay pintadas que nadie las entiende y solo entre nosotros nos comprendemos.
EP: Como te dijo él, es algo muy egoísta y solamente lo hacemos para nosotros.
EE: Egoísta pero a la vez lo estamos compartiendo con la gente, se contradicen nuestras palabras en el sentido de que es para nosotros pero se comparte igual por estar en un lugar público. Pero si les gusta o no, no nos interesa.
¿Se podría vivir económicamente de esto?
EE: Es muy difícil vivir del graffiti.
EP: Una vez que lo haces por plata ya no es lo mismo, pierde su sentido.
¿Es complicado conseguir el permiso del propietario del lugar donde van a pintar?
EP: Al principio sí costaba, te miraban de una forma medio rara. Pero la gente
ahora ya está más acostumbrada.
EE: Es que la edad influye también, porque al ser más chico no confiaban.
¿Qué consideran que obtienen de esta práctica?
EP: Experiencia, satisfacción personal y pasar un buen momento con amigos.
Como hay gente que se junta a jugar a la pelota o a comer un asado, para nosotros esto es lo normal.
EE: Felicidad, porque eso es lo que nos diferencia de mucha gente, hay algunos que no tiene pasión por nada. Yo creo que a nivel anímico te la sube a full el apasionarse por algo, tener momentos de felicidad u objetivos por cumplir.
En fin, en este universo de protesta y subversión tal vez lo más importante radica en la utopía del instinto.
Es decir, en esta clase de mundo existen las peleas con vecinos, con otros graffiteros o la magia de apretar el spray (como dirían ellos), pero aun así afirman que “La unión hace a la fuerza en todos los sentidos” y que, tal y como se observó, “el graffiti tiene sus cosas buenas y malas. Uno pasa por todos los sentimientos, muchos los aceptan y otros no, pero eso sí, somos libres.”


Entrevista a Germán Sarmiento y Camilo Fidel López

"No se tolerarán aquellos grafitis que deterioran el espacio público, dañan infraestructura pública o bienes de patrimonio cultural", escribió en un su cuenta de twitter el secretario de gobierno de Bogotá, Miguel Uribe Turbay. Por su parte, el sub-secretario de seguridad, Daniel Mejía, escribió: "Respetamos grafitis artísticos en zonas autorizadas, pero no se tolerará el vandalismo que deteriora espacios públicos y bienes privados".
Esos mensajes encienden un debate que no es nuevo, pero que marca un contraste fuerte con la administración de Gustavo Petro. El entonces alcalde, firmó un decreto el 15 de diciembre del año pasado, que con ciertas prohibiciones, buscaba regular y promover la práctica del grafiti.
Para conversar sobre este tema, invitamos a dos miembros de La Silla Cachaca. Germán Sarmiento, activista urbano, autor de miblogota.com y creador de cebrasporlavida.com, y Camilo Fidel López, director creativo de Vértigo Grafiti, una empresa cultural que promueve este tipo de arte.

En el siguiente enlace podréis escuchar esta entrevista:

Ejemplo entre arte urbano VS vandalismo en Elche
Un claro ejemplo sobre la diferencia que existe entre lo que es arte urbano y vandalismo, es lo que ocurrió en una clínica oftalmológica de Elche. Al estar situada en una zona de poco tránsito ha sido pasto de los vándalos durante muchos años y de individuos sin ningún sentido artístico, ensuciadores profesionales. Cualquier medida de limpieza o saneamiento y tratamiento antigraffiti de las fachadas fue inútil. Esto dio lugar a un artículo de prensa y a que el Profesor de dibujo Juan Llorens, dedicara la página 707 de su tesis doctoral a la fachada de esta clínica como ejemplo de vandalismo sin ningún valor artístico.
Finalmente, para solucionar tal problema decidieron que lo inartístico se podría combatir con lo artístico. Por lo que contactaron con un artista urbano local con proyección internacional, al que le pidieron un boceto para plasmar en esas paredes un gran mural. El trabajo que presentó Javier Demsky dio otro aspecto a dicha clínica, convirtiendo paredes ensuciadas en paredes artísticas que contribuyen a mejorar la estética de la ciudad.
En las imágenes podemos ver la diferencia entre Arte Urbano y vandalismo.














Ejemplo del proyecto de Elche para erradicar el vandalismo
La ciudad de Elche es uno de los mejores exponentes de esta forma de expresión artística. Numerosas iniciativas como las de decorar mobiliario de la ciudad como contenedores y, sobre todo, los Proyectos Vibora I y II dan buena muestra de ello. Precisamente en este último colaboran con dos parcelas donde se ubicaron la FacoDama y la Menina de la Fundación Dr. Soler, todo ello lo podemos ver en el siguiente video; además, en el siguiente enlace podréis conocer los detalles del proyecto.

http://www.proyectovibora.com/








Ejemplo de la batalla por el grafiti en Nueva York
En enero del 2008 entró en vigencia una ley contra las pintadas callejeras, que hasta penaliza a los menores de 21 años que poseen un tarro de pintura en aerosol. Y eso derivó en una andanada de protestas. El diseñador de moda Marc Ecko, voz cantante de los reclamos, dice que el graffiti es “una fuente de inspiración y denuncia” y que “hay miles de chicos cuyas voces han sido acalladas de manera ilegal”.
“Un chico de 18 años puede comprar cigarrillos, votar e incluso alistarse en el ejército, pero no puede comprar un spray de pintura en Manhattan. Es estúpido”, señaló Ecko. Su denuncia ya provocó que un juez federal dejara sin efecto parte de la ley, la que impide comprar botes de pintura a los menores de 21 años.

El promotor de la ley fue Peter Vallone, concejal por el barrio de Queens, quien acusa a Ecko de que su interés pasa por “promocionar su videojuego”, que se basa en el graffiti. “No se trata del proyecto de estudiantes de arte, sino de beneficios empresariales”, señaló en un comunicado, y culpó también al juego de enseñar a los niños “cómo cometer un crimen, mostrando las mejores formas de pintar y evitar a la policía”.
El graffiti era usado por las bandas callejeras hace algunas décadas (sobre todo en los años 70 y 80) para “marcar su territorio”. La ley pretende evitar un regreso a esos tiempos, cuando las pintadas cubrían vagones de metro y edificios.
Ecko sostuvo que “ningún funcionario público debería determinar qué es arte y qué basura”. Y se lamentó también de que “por todo el país los políticos aprueban leyes contra una de las formas de arte más reconocidas”. El diseñador ya tuvo un éxito judicial en agosto del año 2008, cuando la alcaldía intentó (y no pudo) suspender una “fiesta graffiti” que él organizaba.

Además, entre el 30 de junio y el 3 de septiembre del 2009, el Museo de Arte de Brooklyn albergó una exposición sobre el graffiti, al que esa institución definió como “una forma legítima y subversiva de comunicación pública”.
Ecko es el responsable de haber difundido en Internet un video en el que se veía cómo, supuestamente, había pintado el “Air Force One”, el avión presidencial de los Estados Unidos. Ese hecho, se descubrió después, fue una broma hecha con un Boeing 747 alquilado.





 
Ejemplo del proyecto en Bonn para erradicar el vandalismo
Escribir y dibujar en los muros del espacio público son prácticas muy antiguas, pero es muy probable que los grafitis que hoy adornan las grandes ciudades del mundo, sus trenes y sus metros, estén estéticamente emparentados con los que florecieron en el Bronx de Nueva York en los años setenta del siglo pasado como una vertiente expresiva de la subcultura urbana del hip hop.
Como gesto de irreverencia, el acto de tomar un aerosol y cubrir paredes enteras con textos e ilustraciones es muy democrático; el grafiti nunca fue una aventura exclusiva de adolescentes. Por otro lado, aunque Jean-Michel Basquiat y algunos de sus contemporáneos explotaron con éxito las posibilidades plásticas de ese medio, no todo el que pinta garabatos en la fachada de un edificio es un artista.
En eso hacen énfasis las autoridades de algunas urbes cuando tipifican los grafitis como daños a la propiedad pública o privada, decretan leyes para tratar a sus autores como delincuentes y aplican medidas para evitar que la arquitectura de la ciudad se convierta en un lienzo libre de todo control. Bonn, la antigua capital de la República Federal de Alemania, ha seguido este ejemplo.
Crimen y castigo
En Bonn se invierten 90.000 euros al año para borrar los grafitis del paisaje urbano; una suma que se ha mantenido constante durante por lo menos un lustro, asegura Siegfried Hoss, de la oficina local para la gerencia de los edificios y coorganizador de un evento conocido como la Semana Contra los Grafiti Ilegales. Pero, ¿es que acaso existen los grafiti legales?
Para muchos cultores del grafiti, la sola idea de escribir o pintar sobre una pared con el Estado mirando sobre sus hombros y aprobando sus motivos es un contrasentido. No obstante, algunas alcaldías y municipios han recurrido a la estrategia de "encargar obras de grafiti" para que su aproximación al problema del "grafiti como acto vandálico" no sea meramente punitiva.
Las autoridades de la ciudad de Bonn se han aliado con la policía local y federal, con la empresa ferroviaria Deutsche Bahn y con asociaciones civiles para optimizar el proceso de captura de los infractores. Estos reciben multas de entre 200 y 300 euros o, si no tienen dinero para pagar, se ven obligados a cumplir horas de labor social… ayudando a eliminar todo rastro de sus grafitis.
Experimentos en la calle
Pero los grafitis por encargo parecen cumplir una función preventiva. El artista plástico Benjamin Sobala argumenta que una ilustración elaborada en la pared de un edificio inhibe a muchos "grafiteros" de rayar el muro en cuestión. "Hace tres años pintamos grafitis en los muros de una estación de buses y, hasta ahora, nadie la ha rayado", cuenta Sobala.
La ciudad de Bonn le ha pedido a Sobala, un apasionado del grafiti, que fomente la comprensión entre los "grafiteros" y las autoridades municipales. Él ha organizado talleres para informar a los interesados sobre las posibilidades que existen de cultivar el arte del grafiti de manera legal. Sin embargo, Sobala cree que Bonn no hace lo suficiente para alcanzar la meta trazada: reducir el número de pintadas ilegales nuevas.
"Cuando comparo a Bonn con Colonia, es evidente que Colonia ha puesto muchas más superficies a disposición de quienes quieren hacer arte callejero; muchas de esas superficies son ofrecidas por los dueños de empresas", dice Sobala. Siegfried Hoss no está convencido del éxito de esa estrategia: "Cuando se acaben las superficies legales, seguramente se usarán otras de manera ilegal", alega el funcionario de la ciudad de Bonn.




Grafiti, arte y política
Sobala no tarda en responder: "Lo que hay que hacer cuando se descubran grafitis no deseados es borrarlos lo antes posible. Si no se hace, los ‘grafiteros’ se sentirán dueños de la situación. A estas alturas se puede conseguir fácilmente pintura a prueba de grafitis, susceptible de ser lavada fácilmente hasta cincuenta veces", recomienda el artista.
Pese a todas las críticas, Sobala sigue viendo una intención artística y hasta política en casi todos los grafitis. Dignos de mención: las bananas del alemán Thomas Baumgärtel, que se pueden ver en más de cuatro mil fachadas y galerías, y la Madonna con niño de Blek le Rat en Leipzig, que ha sido restaurado y reconocido como patrimonio cultural.



También están las burkas azules de Shamisa Hassani, mediante las cuales protesta contra la represión de las mujeres en Afganistán; las pintadas con forma de buitre en Nairobi, Kenia, en las fachadas de las casas de políticos presuntamente corruptos; y, desde luego, la obra del británico Banksy, de cuya identidad verdadera se sabe poco. Algunos de sus trabajos han terminado cotizándose a altos precios en el mercado del arte.

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